¿Para qué "Retrato de Mujeres"?

¿HABRÁ QUE APOYAR LA CULTURA EN QUE NOS APOYAMOS?

Fiesta Concierto “RETRATO DE MUJERES” para“MUNDOS DE MUJERES”


¿Cuál es la herramienta más potente y avanzada de nuestra civilización para crear conciencia y potenciar su evolución? La palabra. Su poder, cuando, hecha ya poesía, asciende a ser cantada en la escena y además se casa con la música cuidada y bien interpretada, se hace concierto, fiesta musical, tremendo arsenal.

¡Hasta nuestra raíz nos trasladan sus explosiones!
Quizá porque casi todos los seres humanos hemos compartido una historia personal semejante: porque tenemos en común la experiencia de haber vivido durante nuestros primeros segundos, días y meses envueltos en el ritmo del corazón y de la respiración de otra persona. Próximos a sus ritmos vitales fuimos poco a poco disfrutando, asustándonos, moviéndonos, bailando y poniéndonos de pie hasta llegar hasta la palabra y andar erguidos. Este es el viaje propuesto aquí, en esta ceremonia: navegar hasta el mar común, hasta las raíces. Al ritmo.
La armonía y la enarmonía de lo que íbamos encontrando nos hicieron identificar la existencia de cierto orden, o cierto caos; así, pudimos prevenirnos de situaciones apetecibles o ingratas, para acercarnos o para huir, para anticiparnos a lo que nos iba a llegar con la identificación de sus ingredientes emocionales y afectivos. Esta cualidad nos permite ir entendiendo de qué están hechos los seres e irnos acoplando con ellos o cerrándoles la muralla, según nos suenen sus notas y timbres. La melodía es magnífica para la memoria. Habita cerca del perfume de la existencia. En la cabeza. En el espíritu. En el alma.
Cuando una canción nos llega, ¿qué nos trae, de dónde viene, de quién nos hace un monumento, qué ritmo, qué armonía, qué palabra?, ¿qué imágenes, emociones, recuerdos, caricias, llantos?, ¿qué ideas? ¿No es verdad que lo que hacemos tiene que ver con lo que sentimos, pensamos o evocamos? Dime qué oyes y te diré quien eres. El menú propuesto, hoy, aquí, por clásico, en "Retrato de Mujeres", tiene mesa reservada en firme hasta el final de los siglos de los siglos. Amén. Maná del cielo. Amén.
¿Qué cantaron al esclavo para que remara duro en galeras? ¿Qué cantó el esclavo para resistir e ir saliendo de ellas? ¿Qué música acompañó al soldado para que con diferentes bríos defendiera o atacara? ¿Qué música aceptamos que seamos? ¿Con qué música nos engalanamos y olemos nuestra vida? ¿Qué oyeron los novios que les animó, como el mejor elixir, cuando se amaron?
Como era de esperar del altísimo nivel profesional y saber escénico de Laia Falcón, uno de sus doctorados universitarios es en esa disciplina, la amena selección de textos y músicas de “Retrato de Mujeres” está hecha para la mejor calidad, amenidad y disfrute; eso es lo que nos propone con el joven profesor Hernán Milla, al piano.
Y además tiene esta liturgia una intencionalidad clara.
Quiere combatir, con estas armas de la cultura, la locura que hace de la mujer el lugar de la depresión, de la dependencia; desea luchar contra la enfermedad que sitúa a la mujer en el papel de posible víctima aislada o en el de juguete para otros; pide aunar fuerzas para erradicar el disparate que dolorosamente nos pone a la mujer en la diana del asesinato; por otra parte también hay concierto bien temperado para animarle a que la mujer tome su poder, tome la voz cantante, y sea y haga lo que realmente debe hacer. La mujer debe hacer lo que ella quiera sin más límites que los de su conciencia y la de los que con ella vayan. Con poderío.
También hay encuentro musical para acompañar al hombre en su conquista ineludible: para animarle a que, si , como se suele decir, tiene lo que tiene que tener, logre estar bien dotado del deseo de querer compartir la vida, en lugar de sufrir impulsos de destruirla. Ayudarle cálidamente a que se desnude sin vergüenza de la obligación de tener que hacerse el machote, de tener que hacer el papel de productor de culpa, el de responsable único de su manada, de controlador y de abusador. Dejarle llorar un rato y permitirle también acariciar su liberación.
¿Para qué "Retratos de Mujeres" en "Mundos de mujeres 2008"? ¿Les gustarán los espejos a las mujeres? ¿Para que todo no fuera ciencia y relato, quizá para no poner todos lo huevos en la misma cesta, para invertir mejor nuestro verdadero bien escaso, el tiempo? ¿Para tratar de hacer así el mejor negocio del ser humano: tratar de ser feliz y ayudar a serlo a los otros? ¿Para ponerle música a un momento?

PF
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Presentación breve de "Retrato de Mujeres"

Recital lírico para
Mundos de Mujeres-Women’s Wolrds 2008


El recital de cámara Retratos de mujeres compone un álbum de personajes femeninos especialmente representativos de algunos de los principales roles y dimensiones vitales de la mujer. A través de partituras procedentes del repertorio lírico internacional escogidas entre óperas y ciclos de lied de autores como Händel, Mozart, Bellini, Gounod, Puccini, Dvorak, Straus, Falla o Weill, proponemos una colección de representaciones de la mujer procedentes de distintos siglos e idiomas, ocupadas en retratar facetas valientes y necesarias como son la defensa de la libertad, el impulso creativo y creador de las profesionales, la maternidad, el rechazo de determinados estereotipos culturales o la rebelión contra la injusticia y el maltrato.
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INTRODUCCIÓN A "RETRATO DE MUJERES"

Una madre que no quiere más guerras, una joven decidida a ser libre, una mujer que sabe quién es y cómo conducirse por el mundo… tantas y tantas historias, puestas en el espejo del escenario, en el álbum de partituras. ¡Cómo no escucharlas, con tanto por decir!

Retratos necesarios


En la interminable galería de personajes femeninos que habitan nuestro imaginario colectivo, queríamos componer esta colección de voces retratadas buscando ilustres representantes de la tradición y la modernidad más valientes. Delegadas de mensajes universales y rotundos que, cuando apenas había tribunas para ella, pusieron voz de mujer a palabras, emociones y conquistas importantes.

Quizás uno de los capítulos más visitados por el arte es el del homenaje a las vigilantes del hogar, aquí evocado en el canto a la abuela gitana recogido por Dvořák, la oración de las madres pintada por Falla y María Lejárraga y, por qué no, esa tierna caricatura que hace Menotti a través de la conversación telefónica de Lucy: tres escenas muy distanciadas en estética y espíritu, pero evocadoras de un cierto rol compartido del que se hizo responsables a mujeres de todo el planeta en ese reparto ancestral en el que a ellas, como una suerte de responsables naturales de la cohesión social, les tocó el cuidado de los niños, la capacidad de esperar, el coraje de llorar o el misterioso don de hablar y hablar durante horas.

Un segundo universo importante que queríamos convocar es el que aquellos autores capaces de retratar a las Olympias y Jennys del planeta, describiendo la injusticia y el dolor que encarcelan a aquellas que son diseñadas como juguetes y monedas de cambio. Tanto la lúcida parodia construida a través de esa muñequita autómata decorada para ver qué marido pagará más por ella, como la cruda mezcla de cinismo y amargura de la prostituta de Mahagonny, pueden resumirse en el repentino grito de ésta última: una persona no es una mascota, terrible reivindicación que aún hoy día sangra en nuestras calles y nuestras pantallas.

Frente al destino roto de estos últimos personajes brilla el rotundo grupo de las luchadoras, las representantes de la rebeldía, la energía y el valor. Repasando las referencias del gran repertorio lírico encontramos que la inmensa mayoría de las arias de las grandes heroínas versan, una y otra vez, sobre el amor, como si todas fuesen intérpretes de la misma canción. Triunfaron en los teatros de todo el mundo porque los suyos son emocionantes retratos de mujeres enamoradas, pero también es importante ver cómo algunas muestran sorprendentes trazos asociados a otros tipos de búsqueda y valor: el vibrante entusiasmo de esa joven Juliette que escapa a que otros decidan sobre su destino, la rotundidad de Konstanze por mantenerse fiel a su dignidad y ser libre, la pasión de Antonia por dedicarse a una profesión en la que hacer oír su voz, aun cuando todos los que la rodean insisten en que ésa es empresa de locas… hay un impulso grandioso en estas mujeres, una titánica pasión de cambio, que hierve en sus palabras y su construcción musical y que pone nombre a los mismos retos que tenían muchas de las habitantes del patio de butacas que las vieron nacer.

Por último, nos despiden las representantes de la extrañeza y la seguridad, esos rasgos entrelazados que siempre nos acompañarán en todo camino de búsqueda y transformación social: la diosa Venus baja al siglo XX para comprobar pasmada que todo ha cambiado y que las nuevas reglas están por descubrir… mientras la señora Manon, la madura protagonista de la opereta “Una mujer que sabe lo que quiere”, sonríe a su entrevistador, orgullosa de trabajar, amar, saber conducir y viajar por el mundo.

La voz de las mujeres

Hubo una larga época en que casi todas las mujeres parecían invisibles e inaudibles. Son muchos los universos artísticos en los que costó siglos que las mujeres subiesen a los escenarios para representarse a sí mismas, sustituyendo a los muchachos y ancianos disfrazados que, hasta entonces, interpretaban sus papeles. Fue sin duda una difícil conquista compartida que no sólo renovaría las tablas y renglones de teatros y salas de música, sino que también tuvo que desentumecer el oído de espectadores de todo el planeta. Porque, ¿a qué sonaban las voces de mujer, cuando apenas existían lugares públicos donde pudiesen ser alzadas y realzadas? ¿Qué palabras llevaban? ¿Qué colores y matices las distinguían?

Concedemos tanta atención a estas damas de la escena no sólo porque durante mucho tiempo brindaron una de las pocas ocasiones de visibilidad social de aquellas a quienes retrataban, sino también porque los personajes rara vez son sólo personajes. Los retratos que escoge y enmarca el arte tienen una presencia tan extraordinaria en nuestra vida, que llegan a convertirse en importantes relatores de cómo somos o cómo fuimos. Y éste es un testimonio quizás aún más valioso en el caso de aquellos grupos que, como sucedió a tantas generaciones de mujeres, no contaron con la mirada de otro tipo de cronistas: durante siglos, los libros de Historia olvidaron recoger cómo habían sido la vida y las palabras de las ciudadanas; los principales escenarios y retos, los diferentes nudos de amargura y escalones de victoriosa evolución de esta mitad de la Humanidad tardaron mucho tiempo en despertar el interés de historiadores y científicos. Así, si los rostros y discursos de estas habitantes de nuestro pasado no nos son del todo desconocidos, en buena medida es gracias a que parte de sus gestos, trabajos y escenas cotidianas sí fueron abordados en ilustraciones ornamentales, parlamentos teatrales, novelas y canciones… preciadas instantáneas en las que cada generación sostuvo su particular mirada hacia madres e hijas, reinas y siervas, diosas y aventureras.

Sin duda son retratos parciales –injustos y peligrosos, muchas veces-, pero de una importancia extraordinaria para conocer a nuestras y nuestros antepasados, y para comprender mejor el mundo en que vivían. Porque los personajes nacieron entre la gente y entre la gente se hicieron fuertes, como acompañantes fantasmales que participan de la vida inmiscuyéndose en cada una de las decisiones y los anhelos de los humanos. Muy pocas protagonistas de cuentos, óperas o murales servirían de prueba veraz sobre la precisa realidad social y vital de las modelos que las inspiraron: sus perfiles pueden leerse como un puzzle de invenciones de cada autor, escenas idealizadas, fantasías imposibles, fragmentos sobreexpuestos y realidades omitidas. Pero, aún así, portan en sus rostros y discursos, en sus ropajes y empresas, valiosas trazas de lo que sus coetáneas de carne y hueso podían escuchar antes de dormir, tararear en el taller o reivindicar a conciencia.
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