Canciones prestadas. Laia Falcón.

 

 

 Canciones prestadas
¿Qué guardan las canciones que, en cada lengua, en cada tierra, ha terminado haciéndose tan nuestro?
Algo deben tener para que nos las llevemos a todas partes, heredando y rescribiendo el modo de acompañar nuestros bailes, amores y penas.
En esa búsqueda de lo que de nosotros hay en las canciones, casi todos los grandes compositores del género lírico de recital han mantenido un amor especial con los cantares que ya estaban en las calles y los campos antes de que ellos llegaran: los versos y las melodías de la gente -de sus fiestas, duelos y horas de taller-, legadas y renovadas de generación en generación como los buenos muebles.
Queríamos celebrar un recital dedicado a esta mirada, a este homenaje de papel pautado a las palabras y los ritmos populares, y hemos escogido a cuatro compositores especiales por el mimo con el que
preguntaron a la gente por sus canciones. Apenas convivieron cuatro años en el planeta: cuando los maestros Dvořák y Grieg se marchaban con un siglo XX recién estrenado, el joven Falla aún iba conservatorio y el niño Weill aprendía a hablar y a cantar al mismo tiempo. Sin embargo, desde sus lejanos cuatro rincones (geográficos y musicales) compartieron una sensibilidad titánica para comprender el pulso y la rima de lo humano.
Su camino consistió a veces en rescatar el alma de cancioneros folklóricos y llevarla hasta el brillo del piano y el terciopelo de una voz con escuela. Éste es el hilo de las Ciganské melodie de Dvořák, dedicadas a la libertad, la memoria y la fuerza de los gitanos. Y es el eje también de las Siete Canciones
Populares Españolas de donde proceden la Nana y la Jota que hoy ofrecemos, estrenadas por Falla en esta misma sala el 14 de enero de 1915.
Otras veces, estos compositores moldearon sus evocaciones en torno a visiones literarias de escenas del pueblo: afinados retratos poéticos o teatrales dedicados quizás a ensalzar las raíces locales pero, sobre todo, a enmarcar lo cotidiano. Lo vemos en el murmullo de los bosques noruegos que Grieg rescata para los poemas de Bjørnson e Ibsen y en la sensual ternura con que envuelve la sencilla -e inmensadeclaración de amor de Andersen. Aparece en esa quietud del velatorio, traducida a acordes por Falla a partir de los versos de Béquer. Y, en cierto modo, late también en la desesperación contenida con que
Weill da ritmo de café solitario a esa mentira atragantada –“no te quiero, no te quiero, no te quiero”- con que Magre fotografió el difícil reencuentro entre dos antiguos amantes.
No es un acercamiento complacido con pintar, desde una cómoda ventana, la cara sonriente de la plaza.
Se conmueve con la valentía, con la dificultad del día a día. Y se atreve, incluso –lo vemos en los textos de Brecht, claro, pero también en esa oración de tiempos de guerra que la esposa de Falla escribió bajo seudónimo-, a denunciar abusos, miedos y amarguras.
Canciones que suenan a radio encendida y a local con humo, a músico ambulante o a declaración a pie de balcón. Como si los pensamientos solitarios que van volando de casa en casa entraran a la sala de conciertos para contar –para cantar- su historia.
Laia Falcón

 

 Enero 2008


INAUGURACIÓN DE LAS PRIMERAS
VELADAS DE ARTE SACRO DE GUADALAJARA



LAIA FALCÓN, soprano

ZARABANDA
Director: ÁLVARO MARÍAS
Álvaro Marías, flauta barroca
Ángel Luis Quintana, violoncello
Rosa Rodríguez, clave y órgano.

MÚSICA SACRA BARROCA
Bach (1685-1750)
Händel (1685-1759)
Telemann (1681-1767)

IGLESIA DE SANTIAGO (Guadalajara)
Jueves, 13 de noviembre, 20:00
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Laia Falcón cantó en Olías del REY. Castilla-La Mancha. España.

Javier Ribelles, piano.

Oscar García. Cadena SER.

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